Visto como la detonación de un explosivo que
acumulaba pólvora desde algunos años atrás, y con la finalidad de tener el
control del pilar fundamental de la economía del país. A 10 años recontamos los
sucesos y testimonios de los que lo vivieron.
2 de diciembre
de 2002, fecha recordada en la memoria contemporánea del país como un punto de
quiebre. Fue el inicio de la mayor huelga patronal de la historia
latinoamericana, liderada por el bastión productivo de Venezuela y resultante
en 62 días de paro, marcados por antecedentes políticos y graves repercusiones
económicas y sociales para la nación.
Se deben
conocer algunas de las consecuencias económico-sociales dentro del ámbito
nacional e individual, desde el punto de vista del trabajador de la empresa. ¿Acaso
la institución se encuentra en mejores o peores condiciones luego de febrero de
2003 a razón de los despidos masivos de la fuerza laboral? Primero, es
relevante conocer parte de su pasado para poder discernir con criterio en el
análisis de lo que la gran empresa estatal se ha convertido luego del paro.
Desde su
creación en 1976, el conglomerado de
Petróleos de Venezuela, Sociedad Anónima, diversificaba sus funciones en
las llamadas filiales, presentes en la memoria del venezolano como símbolos del
progreso e íconos culturales de la Venezuela contemporánea. En su momento,
PDVSA llegó a ser catalogada como la empresa número 66 entre las 500 más
grandes del mundo, según la lista de la revista Fortune.
Por décadas,
las sucursales petroleras del estado (CORPOVEN, MARAVEN y LAGOVEN) eran de las
empresas más eficientes y productivas no solo del país, sino de América. Sus
trabajadores, profesionales del más alto nivel en la rama petrolera, gasífera y
de otros servicios, coexistían en un ámbito de exigencia máxima que era
retribuido con altos salarios y beneficios que de cierta manera fueron
envidiados por gran parte de la sociedad venezolana.
Posteriormente
vendría la fusión, y estas tres filiales pasarían a unirse bajo la integración
de actividades que llevaban por separado todas ellas y la matriz PDVSA
estableció una nueva estructura de operaciones basada en unidades de negocio.
En PDVSA y como
política de empresa en sus antiguas ramas, la obtención de cargos se lograba
mediante meritocracia. Con la llegada de Hugo Chávez al poder, ello significó involucrar
a la industria petrolera en el ámbito político. Este y sus allegados
promovieron e instalaron a gente de su confianza o alineadas a su tendencia
política en altos cargos de la estructura de la empresa para orientar su
política, con un fin que iba más allá. La burocracia había llegado filtrándose
y el descontento dentro de la estatal petrolera no se hizo esperar.
Según la visión
del oficialismo, la empresa estaba siendo manejada como un ente privado
influenciada por interes asociados a E.E.U.U y esta debía ser separada de las
élites que la controlaban para que el petróleo quedara en manos del pueblo,
olvidado desde hacía décadas por parte de los gobiernos democráticos
posteriores a la última dictadura militar en los años 50.
El comienzo del fin
Durante los
meses previos a la gestación del paro, se vivían tiempos difíciles. La crisis
de abril de 2002 generó en las altas cúpulas del gobierno una necesidad de
mayor control tras la salida y retorno de Hugo Chávez al poder, mientras gran
parte de la población manifestaba su desaprobación del régimen actual en las
calles.
Para ese
entonces, según los responsables de la facción opositora denominada
Coordinadora Democrática, el objetivo del paro era la realización de un
referendo consultivo sobre la presencia de Hugo Chávez en Miraflores, y que
éste se aviniese a acatar su resultado, o la convocatoria de unas elecciones
anticipadas. Pero una vez iniciado, el propio Carlos Ortega, presidente de la
Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), diría que la huelga culminaría
cuando renunciara Chávez. Más allá de los partidos, eran la CTV y Fedecámaras los
que lideraban el proceso.
Estalló el 2 de
diciembre, tal como lo habían anunciado los voceros del comando que lideraban
Ortega, Juan Fernández (Gente del Petróleo) y Carlos Fernández, presidente de
Fedecámaras. El país se detuvo. La injerencia de la industria petrolera tuvo la
mayor influencia, ya que cesaron casi totalmente las operaciones y su efecto en
el país se hizo sentir. En los días
siguientes transcurrirían eventos como la tragedia
de la Plaza Altamira y el fondeo del Pilín
León en las aguas del Lago de Maracaibo, que acentuarían la crisis.
Resultaba toda
una proeza reabastecer de combustible un automóvil o tener gas para la cocina, ya
que los procesos de refinación y comercialización cayeron en un 90%, generando
para el gobierno pérdidas económicas cercanas a 14.430 millones de dólares, sin
contar los otros rubros afectados como fueron los anaqueles en los mercados,
por consecuencia del paro nacional. Según cifras del Banco Central de Venezuela,
el producto interno bruto del país registró una caída de 15,8% durante el
cuarto trimestre de 2002 y de 24,9% durante el primer trimestre de 2003.
Para Héctor
Rodríguez, antiguo gerente de recursos humanos de la petrolera, los
trabajadores de la empresa se manifestaron en apoyo al clamor popular: “A pesar que las protestas no obedecían a
intereses de algún partido, los que más cumplieron el paro nacional fueron los
integrantes de la gente del petróleo, y las consecuencias dadas por esta acción
fueron arbitrarias, politizadas por el gobierno”. Al final, luego de dos
meses desde su inicio, no lograron el objetivo buscado: la salida de Chávez.
Manifestantes de la Gente del Petróleo / Foto: Últimas Noticias
Una vez el
gobierno tomó control del petróleo, inmediatamente la acción fue la aplicación
de la Ley de Hidrocarburos aprobada en 2002. La nueva PDVSA surgía con ímpetu
fustigando decisiones de gobiernos pasados, e ideologizando a sus trabajadores
viejos y nuevos bajo aquel recordado lema, "PDVSA ahora es de todos".
Ayudados por el
constante incremento de las cotizaciones del crudo a nivel mundial, las
primeras medidas para optimizar los ingresos se basaron en la elevación de la
carga tributaria, al punto de que el Estado hoy en día percibe el 94% del
ingreso bruto por barril, mientras que antes llegaba a 47%.
Todo esto fue
el verdadero inicio de la potenciación del movimiento político-social del
expresidente Chávez, donde se empezó a usar a la industria como músculo
económico para financiar desde el multimillonario gasto público, proyectos
sociales e inclusive el aparataje ideológico, continuado con su sucesor,
Nicolás Maduro.
Gradualmente,
el símbolo que fue la PDVSA de antaño se iba perdiendo. Relegada quedó la estabilidad
que le habían dado más de 22.000 empleados calificados bajo una estructura de
orden y progreso. Muchos fueron despedidos arbitrariamente y humillados en las gigantescas
listas publicadas en el diario Últimas
Noticias, sin justificación ni indemnización.
Paulatinamente la
población en activo de la empresa se fue incrementando hasta más de 110.000
trabajadores que actualmente se encuentran en su nómina; la gran mayoría sin
poseer la experticia ni la preparación requerida para efectuar las labores
especializadas, cuestión que explica el declive en producción y los recurrentes
accidentes, como la explosión en la Refinería de Amuay.
Sus sedes en
Los Chaguaramos y Chuao, consideradas estructuras excesivas por Chávez, fueron
cedidas como centros educativos a la Universidad Bolivariana de Venezuela y a
Universidad Nacional Experimental de las Fuerzas Armadas, respectivamente.
PDVSA Chuao, hoy en día sede de la UNEFA
Rodríguez recuerda
con una tristeza infinita ver su nombre entre los cesanteados, y con voz
quebrada rememora los difíciles momentos que vivió después del despido.
“Perdí mis ahorros acumulados durante 14
años de trabajo. Tenía mi oficina en la sede de Chuao con mis documentos y pertenencias
personales y ni eso pude recuperar. Clandestinamente y gracias a una persona
conocida que me dejó entrar en horas no laborales de la noche, pude rescatar
algunos papeles y fotos de mi familia, nada más”.
Luego de los
despidos masivos, se conocieron
incontables casos de ex trabajadores de la industria que perdieron todo y por
falta de empleo cayeron en depresión, divorcios e, in extremis, recurrieron al
suicidio como escape, dijo Rodríguez, quien no tenía como mantener a sus tres
hijos. “Algunos se vieron en tales
dificultades económicas que colocaron a un lado su dignidad ya pisoteada para
retornar a PDVSA, y varias veces escuché y respondí este argumento:”
- - Pero entiende
Héctor, es que yo soy cabeza de familia (…)
- - ¿Y quién
carajo crees tú que soy, el culo de mi familia?
“Y todo esto pasaba porque habían algunos que no asumían el compromiso
que todos los empleados teníamos”.
Después de unos años de sufrimiento
e incertidumbre, Rodríguez logró recuperar una pequeña parte de sus ahorros
perdidos y conseguir un trabajo estable como profesor en la Universidad
Católica Andrés Bello; pero como él, hay incontables casos parecidos.
Héctor Rodríguez, ahora ejerciendo como docente
A pesar que fue tan numerosa la
cantidad de despidos, a muchos se les abrieron las puertas en el exterior,
emigrando a Canadá, Colombia o Brasil y ayudando a levantar los proyectos de
hidrocarburos en dichos países.
Ricardo Molina, que fungió como
gerente medio con casi dos décadas de servicio en PDVSA, decidió quedarse en
Venezuela como parte del compromiso asumido por tantos trabajadores con la
difícil situación del país y vivió la cruda desesperación motivo de las
consecuencias del desempleo.
“Pasé por varios trabajos de consultoría en bancos, pero sin la estabilidad
que quería y en ese entonces decidí
montar un negocio para poder subsistir. El dinero no alcanzaba, y en 2004
tomé la decisión de vender quesos desde el garaje de mi casa, y por varios años
eso fue el sustento de mi familia. Había
que resolver”, rememora Molina.
Para Pedro González, quien
laboraba como operador en la sede Tacagua, fueron difíciles los días que
vivieron él y su familia luego de ver su nombre en la segunda lista siendo botado
sin justificación. “
Después del paro
regreso a trabajar (…) de ser 12 pasamos a ser 40 o 50 trabajadores, algunos
eran analfabetas”. Por un tiempo breve ayuda en la capacitación del nuevo
personal, hasta que sufre un accidente ocular que lo mantuvo de reposo por 15
días. Al reportarse de nuevo a laborar, no se le permitió el ingreso a la sede.
Hasta el día de hoy el señor González espera la indemnización correspondiente
como tantos otros.
Operadores de la nueva PDVSA / Foto: Confirmado.com.ve
El apoyo de buena parte de la
población de clase humilde al Gobierno evitó que éste cayera. Además, la
patronal empresarial y los partidos tradicionales eran víctimas de un fuerte
rechazo por parte de las clases populares y no lograron conectarse con el mismo
para ganar su apoyo.
Los sectores de la clase media,
en buena parte seguidores de la oposición, tendían a sentirse identificados con
Juan Fernández, líder de los empleados de PDVSA que se habían declarado en
huelga, pero no con los partidos políticos de la Coordinadora Democrática, la
patronal, ni el sindicato CTV.
Una vez estaba claro que el
presidente Chávez no iba a renunciar, el paro pasó a tener otros objetivos que
tampoco se cumplieron: el referéndum no vinculante exigido por la oposición
para consultar la permanencia del difunto mandatario en el poder no se realizó
por no estar en la Constitución. Finalmente se realizó un Referéndum en el 2004
donde este resultó victorioso. Las leyes aprobadas en 2001 por habilitante no
fueron anuladas. La lucha de los trabajadores petroleros oposicionistas se
quebró cuando todos los que se unieron al paro fueron despedidos.
Definitivamente debe abrirse el
abanico para cuestionar la
gestión de PDVSA por parte del Gobierno venezolano
posterior a la huelga y su influencia tangible en las actividades del estado,
ya que después del paro, consecuencias, muchas; afectados, miles.